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sábado, 13 de junio de 2015

DISENTIR


Henri Gervex - “Rolla” (1878, óleo sobre lienzo, 175 x 220 cm, Musée de Beaux-Arts, Bordeaux) 
Este famoso cuadro de Henri Gervex está inspirado en un poema de Alfred de Musset titulado “Rolla” (1833). Los que sepan francés pueden leerlo aquí: http://is.gd/cqvMKl (no he conseguido encontrar una versión traducida). De todas formas, para explicar el cuadro voy a tener que destriparos el argumento.
Ese hombre tan atractivo que vemos junto a la ventana es Jacques Rolla, un joven adinerado que llega a París dispuesto a pasárselo en grande y que, tras unos años de vicio y desenfreno, acaba perdiendo hasta la camisa. Al enterarse de que está arruinado, decide acabar con su vida y pasa su última noche con Marie, una prostituta adolescente que se ve obligada a vender sus favores para poder dar de comer a su familia. Al amanecer, Rolla se asoma a la ventana para ver la calle por última vez y luego se gira para contemplar a Marie, que duerme plácidamente en el lecho (es la escena que ha pintado Gervex). Minutos más tarde, se beberá un frasquito de veneno y se tumbará en la cama para morir en brazos de la chica (como si no tuviese bastante, la pobre).
Cuando pintó esta obra, Gervex ya era relativamente famoso. Con tan solo veintiseis años, había ganado una medalla en el Salón de París por uno de sus cuadros. Los artistas que recibían un galardón, tenían permiso para seguir exponiendo en el Salón año tras año, sin que el jurado pudiese vetar sus obras. Sin embargo, cuando Gervex intentó exponer “Rolla” en 1878, la organización rechazó el lienzo por considerarlo “indecente”. No fue por el desnudo, que no se diferencia en nada del típico desnudo academicista, sino por la ropa que vemos sobre el sillón y a los pies de la cama: un zapato, un vestido de mujer, una liga rosa, un llamativo corsé rojo y blanco, la chistera de Rolla y su bastón (símbolo fálico de manual). Estas ropas, esparcidas con descuido, eran testimonio evidente de la pasión desenfrenada e ilegítima de la noche anterior. Las relaciones ilícitas de los personajes históricos con sus concubinas eran perfectamente aceptables para la pintura académica, pero los revolcones de un burgués de su propia época con una prostituta levantaban ampollas. Más de uno podría verse reflejado en la escena. 
Gervex no se dio por vencido y decidió exponer el cuadro en una galería comercial de París. La noticia salió en los periódicos y como era de esperar la galería se llenó de curiosos, que hacían cola en la puerta para poder ver el escandaloso cuadro. Al final, no le faltó público.
Antes de discutir frutos amargos
dejémonos vivir. No nos ocurra
agredirnos sin fin; montar la burra
y abollar nuestro amor con necios cargos.

Disentir sobre temas harto largos
venidos como golpes de una zurra
es también la estrategia del que curra
y finge lucidez en sus letargos.

No hay parecer que en otro no se escurra.
No existen las verdades; sólo encargos
de nuestro deseo. La tentación susurra.

Nuestros flujos de ser cargan embargos,
gravámenes, y al otro es justo que le aburra
nuestro drenaje absurdo de descargos.

Amilcar Luis Blanco  ("Rolla", oleo sobre lienzo por Henry Gervex)



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