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viernes, 7 de noviembre de 2014

AQUELLA VIDA DE NIÑO




Aquélla vida de niño me tomaba de la mano;
y otra mano tirando de mi mano  llevaba
 todo el color del aire el sabor del jazmín
y del agua lejana.

Las nubes eran carricoches o fantasmas,
largas barbas de viejos, mares en lontananza
y fachadas cual rostros de ojeras oxidadas.
 Las cañas, lanzas que los  indios dejaron olvidadas.

El viento algunos días mecía su iracundia
en las ásperas hojas de la higuera.
Subidos a sus ramas bebíamos el verde
y guardábamos zarpas de puma en la pradera.

Había un acicate de cuellos transpirados,
Tarzán, Jim de la selva o la pantera rubia,
sobre ese pasto rucio, sobre esa tierra roja,
entre higueras y sauces, eucaliptos y álamos.

¡Qué infancia tan distante y tan cercana!
¡Qué sorpresa desnuda la del tiempo
que pasa como un río transparente
llevándose las vidas como si fueran hojas! 

Amílcar Luis Blanco ("Niños jugando", lienzo de Cecilia Hewstone)

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