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domingo, 28 de octubre de 2012

Allí donde nos encontrábamos, desencontrábamos …





Allí en la pólvora sedienta de sus pasos
era donde mi suerte se derrumbaba cayendo al precipicio
allí donde la tuve mucho de no tenerla
y traté de exprimirle los siglos que la demudaban
En esa aurora sonrosada de sus sentimientos
ella cayó porque me esperaba
sin advertir mi corazón y las concéntricas corolas
que lo desangelaron capa a capa hasta dejarlo en agua de cebolla
Mientras ponía mi dedo en su llaga
y había una devoción de heridas flameando como banderas
indiferenciándose a lo largo del ruido de los trenes
cuando desaparecen en pos de itinerarios hacia la lejanía
y hay un tumulto terco golpeando la distancia

En multitud de cejas indefensas las noches caían como aceros
como tajos y atroces despertares y filos de hielo
y canoas de besos partidos y cuerpos convertidos en sombras sólidas
eran noches sin sueños ni descanso vejándonos a gritos
golpeándonos a palos de soledades y silencios
a penas contagiosas y a jugar sin resuellos a ser ciegos
a ser sordos y mudos guardándonos los gritos y las quejas
adentro de la carne y el dolor de la carne por no morir del todo
allí nos fuimos todos hasta ser devorados.

Amilcar Luis Blanco ("Los tanguistas" Oleo por Ángel Lochhart)

4 comentarios:

  1. Un soneto maravilloso cantado con acordes de ángeles se entremezclan con palabras que hacen soñarte

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  2. Escribes tan bien que a veces no sé como contestarte. Me encanta leer cada párrafo, como enlazas y traes a los ojos el autentico sentir de tu poesía siempre bella ¡¡¡ me encanta!!! Un abrazo.

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  3. Querida Mucha, aunque este no sea el soneto agradezco tus palabras.

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  4. ¡Ay, Lola, eres siempre muy alabanciosa! Mirá si me lo creyera

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