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sábado, 28 de mayo de 2011

“SARLO VS. FORSTER”

Dos intelectuales que no reciben letra de nadie y piensan la política sobre la base de principios epistemológicos divergentes, también abarcan cuantitativa y cualitativamente realidades más o menos profundas y más o menos complejas y completas. En el caso de Sarlo, sus conclusiones resultan sesgadas y unilateralizadas hacia un mundo que sigue siendo el del siglo XIX; no parece haber leído a Foucault o a Deleuze y si lo ha hecho estos pensadores no la han influido en lo más mínimo.Tampoco la habrá conmovido nunca la literatura de un autor como Charles Bukowski. Su concepción de las sociedades de masa, de los movimientos que se gestan en su interior, de las prácticas sociales que van generando estructuras de dominación, que a su vez interactúan con sus protagonistas y consiguen perpetuarse a través de un saber que asegura poder, parece no incluír estas caracterizaciones tan importantes para hacer inteligible hoy día cuál es el papel de los medios de comunicación masivos, gráficos y audiovisuales, en las sociedades que son destinatarias de sus mensajes. Gilles Deleuze ha dicho: "Lo que define a un sistema politico es el camino por el que su sociedad ha transitado”.«Un día, el siglo será deleuziano», fue la expresión de Michel Foucault en relación a un filósofo que marcó profundamente el pensamiento de la segunda mitad del siglo XX. «La filosofía es el arte de formar, de inventar, de fabricar los conceptos», dirá el propio Deleuze en Qu'est-ce que la philosophie ? (¿Qué es la filosofía?).
En el caso de Beatriz Sarlo parece que estos filósofos y epistemólogos de las ciencias sociales no hubieran hecho mella ni dejado su impronta por lo menos para que inventase o fabricase conceptos que sirvan para entender las nuevas realidades sociales y políticas. No así en el de Ricardo Forster, que se expide y produce no sólo como un doctor en Filosofía sino como un hombre en el que las experiencias históricas se han incorporado críticamente a su pensamiento con eficiente fluidez para interpretar el momento de ascenso de masas hacia un entendimiento con un gobierno que las representa, en cuya evaluación se pondera la construcción de opinión pública y sentido común, la memoria histórica de las reinvindicaciones, a cuya concreción se tiende en la profundización del modelo, que es y deberá ser, entre otros objetivos, de inclusión y de cuidado en la repartición equitativa del ingreso.-
No hay de este modo en Forster, como si hay en Sarlo, una subvaloración peyorativa de lo que proviene del campo popular. Visión ésta última que en cambio coincide con el pensamiento de las derechas y las izquierdas cultas, devotas de las vanguardias esclarecidas y que revela una insuficiencia de principios para entender lo que pasa. Sarlo le preguntaba a los panelistas de 6,7, 8 cuándo los pensamientos de las elites no habían sido cuestionados. Habría que observar que si se refiere a la elite que tiene como corifeo al señor Magnetto, comandante del hegemonismo mediático y a quienes hacen el culto del poder por el dinero, estas elites no se caracterizan por ser esclarecidas sino en el único sentido de haber descubierto cómo hacer para seguir colonizando subjetividades, tratando de engañar y confundir, para mantener sus posiciones dominantes en todos los mercados y seguir llenándose los bolsillos.-
El sentido de las asambleas democráticas es el de un pueblo que reta al poder establecido y pretende lograr, frente al tradicional reaccionarismo de las hipócritas y agotadas estructuras de ese poder, algo que no sea la complacencia que desde hace décadas practica la clase media para que sus empleadores no las despidan - clase de la que son integrantes y tributarios los periodistas que trabajan para el discurso único de los medios monopólicos -, y que sea su genuina representatividad, su auténtico discurso, sus propios plexos de significación y sentido: la inclusión, la igualdad de oportunidades, la distribución equitativa del ingreso, la pluralidad de pensamientos y expresiones de ese pensamiento;un pueblo que pretende conseguir en suma, el retroceso de un poder sobre los grupos que lo componen ejercido a través de la propalación constante de un discurso mentiroso, tergiversador, sesgado, falaz, arrogante y unidireccional que siempre los dominó como masa indiferenciándola, encegueciéndola, asordinándola y tornándola prescindible y hasta invisible, aún para quienes interactúan dentro de los grupos que conforman esa sociedad. Un trabajo de aislamiento, de insularización, contrario a la solidaridad y a la gestión individual funcional al resto de la comunidad.
Esas conformaciones de sentido, esas prácticas sociales, gestadas en asambleas, sociedades de vecinos, mutuales, clubes de barrio, cooperadoras, cooperativas, organizaciones no gubernamentales, son las que Sarlo no puede entender, pese a que desde las novelas literarias claman desde épocas muy pretéritas, y quizá, al no profundizar en visiones como las de Gilles Deleuze o Michel Focault, no comprenderá jamás.- Se pierde el sentido y los significados de una nueva época.-

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