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martes, 19 de enero de 2010

Milonga para Geeraldine (Vuelvo a publicar este milonga que dediqué a Geraldine, gran amiga que tuvo la deferencia de bailar conmigo alguna vez)

Se abren sombras al fin flojas,
la luz agranda la pista,
caminando suelta, lista,
se apronta Geraldine Rojas.
Le dice el Tango: ¿Bailás?
y un acorde en su cintura
mueve y juega su figura
desde el centro del compás.
La mano de la armonía
le pone marca en el talle,
y un temblor de cielo y calle,
en su espalda, la poesía.
Su pie se pone a girar,
ala de su pantorrilla,
y se quiebra en su rodilla
como si fuera a volar.
Bailando se le desnuda
una infinita pantera,
mezcla de milonga y fiera,
suave, cimbreante y aguda;
ambigua como la duda
en la inquietud de la espera.
Se convierte en sinfonía
de tangos hechos mujer
que quieren hacerse ver
en mistonga compañía.
La milonga se hace orilla
de pollera bien ceñida
y pica en pasos erguida
y se hace paisana y brilla
cuando su ritmo la manda,
la orienta, la pica y suelta
y la mete en otra vuelta
le sobrevuela una holanda,
le hace entrada, la concerta
y le hace una zarabanda.
¡Qué bien que bailás, morocha!
¡Qué sangre tan argentina
te inspira en sol, te derrocha
y te hace la bailarina!
Amílcar Luis Blanco

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